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Círculos de tiza…

  • Nov 21, 2018

Sigo teniendo mucha curiosidad por interpretar los garabatos o las manchas de colores que los niños imprimen cuando se enfrentan a un lienzo en blanco… casi tanto como todos esos trazos con los que los adultos nos enredamos mientras mantenemos una conversación larga al teléfono. Me gusta creer que aún soñamos entre jeroglíficos.

A veces me esfuerzo en memorizar-me cuando yo lo hacía pero el recuerdo no viene a demanda… sí un vago sentimiento de que los mayores no sabían leer aquellas líneas y círculos que se entrelazaban; todas sus conclusiones les llevaban a princesas, estrellas, soles, corazones, mamá, papá y quizá algún hermanito si encajaba en la historia. Cabe la posibilidad que los niños se sientan invisibles si no se les entiende porque nadie como ellos habitan cada momento con toda la intensidad de la que son capaces.

Crecemos y comienza esa etapa donde aquella intensidad la transformamos y hacemos planes constantemente. No siempre necesitamos hablar de ellos pero lo cierto es que nuestras cabecitas se encuentran en otro lugar, generalmente en el futuro. Y es justo en ese segundo que ya sabes dibujarte la corona cuando descubres que ahora que tiene forma y la diseñas con alta definición… es precisamente cuando resulta ser invisible a los demás.

Y seguimos creciendo con cierta consciencia y empieza a importarnos bien poco lo etéreos que somos para el resto de los mortales; es entonces cuando arrancamos a decir esa frase hecha de “lo da la edad” o “es la madurez” e incluso “esto es fruto de la experiencia” y sí, no voy a cuestionar que algo de ello hay en todas estas conclusiones de vida a las que se van llegando pero mi yo sólo piensa en ahora. No sucede a menudo pero en ocasiones me desconecto por completo… recuerdo el patio de mi barrio donde viví años inmensamente felices con mis abuelos, recuerdo las tizas y cómo me enganché a ellas como ahora lo hacemos con las series sin importarnos el número de temporadas, recuerdo la falda plisada impregnada del talco blanco y la sequedad en las manos. Dibujo círculos y escucho que alguien me llama, primero suena lejano hasta que cobra potencia… y regreso sin apresurarme demasiado y sonrío.

La corona en su sitio… no me pesa nada!