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Lo esencial es invisible a los ojos… Antoine de Saint-Exupèry

  • Dic 5, 2018

Estos días repasaba vivencias de mi hija… imágenes y algún vídeo que a ella la vuelve loca visionar una y otra vez, ello me da pistas. Qué curioso cómo vamos forjando nuestra personalidad, cómo nos llenamos de detalles que nos hacen a cada personaje tan únicos… ésos que provocan sonrisas porque son genuinos, incluso los heredados de padres a hijos llevan otro encanto pero también arrancan nostalgias. El tiempo vuela!

Continúo respirando en cada disparo y mi máxima es aprender a congelar lo que no se ve. «Lo esencial es invisible a los ojos» escribió Antoine de Saint-Exupéry en El Principito; aquel libro que de pequeño uno no alcanza a entender pero que cuando te reencuentras con el mismo «unos cuantos años más tarde» tiene un efecto mágico y reconciliador. El amor y la amistad son fuentes de inspiración para mí y cada click que acomete esa dirección va directo a la memoria que supera el 3G, el 4G… que sobrepasa el mito de los cinco sentidos donde la sensibilidad cabalga desbocada.

Cuántas veces jugué con mis hermanas a ser mayor, qué paradoja y me veo reflejada. Nos pasábamos las horas debajo de la mesa del comedor preparando carnets de detectives privados y dejando pistas falsas pues éramos los auténticos Angeles de Charlie o jugábamos a papás y mamás preparando brebajes con hierbas, agua y la harina que a escondidas sacábamos de la despensa. Hoy los niños lo hacen imitándonos con nuestra actividad. El método que nadie inventa sigue siendo el mismo sólo que «unos cuantos años más atrás» aún ni imaginábamos la revolución tecnológica que viviríamos. Resulta interesante detenerse a observar cómo nos miran… con nuestros móviles y apretadas agendas… organizando las casas y nuestras familias. Tendemos a suponer que ven el mundo del mismo modo que nosotros y siendo un poco osados que quizá sientan como nosotros. Sólo vemos lo que queremos ver. Me siento afortunada con toda esta información; es cuestión de abrir un poco el plano con mi cámara o alejarme un poco más del objetivo para no centrarme tanto en el detalle que es muy hermoso pero que a ratos me despista de todo el contenido.

Cumplí años y me regalaron una cometa, me regalaron tiempo con el viento… no recordaba lo que era jugar con «él» a mis años. Salí a fotografiar al viento y lo vi por primera vez… era como si hasta entonces hubiera sido invisible. Sentí su esencia. Nunca es tarde para vivir una primera vez como fuera mi momento-comenta… la eché a volar con torpeza pero sin prisa ni motivos para frustrarme en el intento. En el amor y la amistad tampoco hay pautas cualquier excusa es buena para esperarte y que me esperes, siempre hay una primera vez.

Su melena dibuja cometas… ahora lo veo!